Como un tótem que rindiese culto a sus ancestros, este tronco de haya permanece erguido, a tenor de la putrefacción que lo descompone, muchos años después de que la savia dejara de circular por él. La descomposición, fruto de años de exposición sin defensa a los elementos, ha transformado la madera en el hogar de múltiples seres animales y vegetales. Incluso un joven acebo, cuya semilla probablemente llegase transportada por un animal, ha comenzado a desarrollarse en la parte alta del tronco. Como siempre en el ciclo sin fin de la naturaleza, la muerte de unos facilita la vida de otros.
Datos técnicos: Canon EOS R, RF 14-35 L.
Galería Bosques y Arroyos de Montaña.