Desde hace bastantes años acostumbro a poner un nombre a las fotografías que publico. Ese bautizo implica que la fotografía ha superado un determinado umbral de calidad, ya que que aquellas imágenes que no pasan el corte conservan su anodina designación generada por la cámara y duermen el sueño de los justos en las profundidades del disco del ordenador. En ocasiones, cuando la imagen evoca con fuerza una idea o una reflexión, el nombre surge con facilidad, en otras el nombre no sale por más que lo intento. Y cuando esto ocurre, llego hasta a plantearme no publicar la fotografía.
Este fue el caso de esta fotografía, una escena muy común de un arroyo de montaña cantábrico. Su nombre surgió de la característica más llamativa de este lugar: la vegetación que cubre toda superficie visible sobre el agua, un verdadero tapiz vegetal. Es fascinante la capacidad que las diferentes especies vegetales tienen, si las condiciones ambientales son adecuadas, para ocupar toda la superficie disponible. Y evidentemente, en este lugar las condiciones son idóneas.
Datos técnicos: Canon EOS R5, Carl-Zeiss Vario-Sonnar 35-70 f/3.4, polarizador.
Galería Bosques y Arroyos de Montaña.



Buen nombre , mejor fotografía. Blancos velos, verdes tapices.
Gracias por el comentario, Nacho.