La Fotografía en la Montaña

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Conocer y entender el trabajo y las dificultades que hay detrás de una fotografía puede ayudar a ponerla en valor y darle una nueva dimensión. Por eso me ha parecido conveniente describir las características particulares de la fotografía en la montaña, en concreto en los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica, que es por donde más fecuentemente me muevo. En modo alguno pretendo elaborar un manual de fotografía, de los cuales ya hay suficientes publicados y a los que poco puedo aportar. Son solo unas breves notas sobre los desafíos que plantea el entorno de montaña a la hora de realizar fotografías y los aprendizajes de unos cuantos años haciendo fotografía en la montaña.

¿MONTAÑISMO O FOTOGRAFIA?

La fotografía en la montaña es una actividad que está fuertemente influenciada por el medio en que se realiza. La montaña es un medio natural cambiante y en ocasiones hostil, al que el fotógrafo debe adaptarse para realizar su actividad. Esta adaptación requiere un buen conocimiento del medio de montaña y el entendimiento y la aceptación tanto de los límites que impone la naturaleza como de los propios. Esta es la razón por la que un buen fotógrafo de montaña debe ser, ante todo, un buen conocedor de la montaña, un buen montañero.

No obstante, la realización de actividades de montaña, como senderismo, escalada o alpinismo, a pesar de lo que pueda parecer a primera vista, no siempre es plenamente compatible con la fotografía de paisaje de montaña. Si bien es cierto que la actividad montañera permite a menudo contemplar paisajes extraordinarios y en momentos únicos, al mismo tiempo impone unos requisitos que pueden no ser los óptimos para la fotografía, siendo los principales la ligereza y la velocidad. En montaña, ligereza y velocidad suelen ser sinónimos de seguridad. En este sentido, las herramientas esenciales para el fotógrafo de paisaje, como una cámara con objetivos intercambiables, objetivos, trípode y otros accesorios, son totalmente prescindibles para el montañero. Este último puede obtener excelentes fotografías de su actividad con una ligerísima cámara compacta sujetada con las manos.

Toda la impedimenta del fotógrafo de paisaje no deja de ser, en el sentido literal del término, un lastre para el montañero, que dificulta su movimiento por la montaña. Afortunadamente, la evolución del material de fotografía en los últimos años ha contribuido a aligerar la carga del fotógrafo y acercar ambos mundos, al menos en lo relativo al peso del material. Hoy se puede conseguir un equipo fotográfico compuesto por cámara de calidad profesional, un trípode ligero y los accesorios mínimos con un peso inferior a los 2 o 3 kilogramos. Aun así, este equipo básico supone un importante incremento de peso frente a los 300 gramos que puede pesar una cámara compacta con una batería de repuesto y una funda.

Por otro lado, la búsqueda por el fotógrafo de paisaje de una determinada luz y un encuadre específico del motivo pueden requerir esperas prolongadas y desvíos de las rutas habituales, que no suponen más que retrasos para el montañero. Esta dualidad del fotógrafo-montañero hace que en ocasiones haya que escoger entre salir a hacer montaña o salir a hacer fotografías a la montaña. Afortunadamente, las montañas siempre van a estar ahí, esperando al montañero o al fotógrafo que llevamos dentro.

LA METEOROLOGIA

Como en toda actividad al aire libre, la meteorología ejerce una gran influencia sobre las condiciones de trabajo, planteando en ocasiones serias dificultades al fotógrafo. Esto es especialmente importante durante el invierno. Durante esta estación las pocas horas de luz solar, las bajas temperaturas, la nieve y el hielo hacen que moverse por la montaña sea más lento, duro y peligroso que en otras estaciones del año. El acceso a muchos lugares de media y alta montaña que por el verano se realiza caminando por senderos, sin requerir ningún material o habilidad extraordinaria, puede volverse una actividad de riesgo durante el invierno, que hace imprescindible disponer de conocimientos y material específico de alpinismo.

El frío o el calor extremo no solo afectan al fotógrafo, sino que pueden afectar también a su equipo, alterando el funcionamiento de las electrónicas y reduciendo la duración de las baterías. No es raro que en la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa se alcancen mínimas de -10C durante el invierno. En estas condiciones no se puede hacer gran cosa para proteger a la cámara del frío, pero resulta muy útil proteger las baterías. Guardándolas bajo la ropa, en un bolsillo interior las mantendremos calientes y mejoraremos su rendimiento y duración.

La omnipresente lluvia cantábrica requiere proteger el equipo no solo cuando se transporta sino también mientras se fotografía. Lo primero es fácil, existen muy buenas bolsas y mochilas de transporte totalmente impermeables. Lo segundo ya no lo es tanto, especialmente cuando, además de la lluvia, hace acto de presencia el viento. No solo hay que proteger la cámara y el objetivo de la lluvia. Mantener la lente frontal libre de agua es imprescindible para no alterar la calidad de las imágenes. Para estas condiciones existen fundas para la cámara, más o menos sofisticadas, pero la mejor solución que he encontrado hasta ahora es el uso de un paraguas. Este elemento ofrece el beneficio adicional de que también puede mantener razonablemente seco al fotógrafo, al menos cuando el viento no sea un factor importante. En todo caso, fotografiar con lluvia o nieve es incómodo y difícil.

La niebla, tan frecuente en la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa dada su cercanía al mar, a pesar de que puede brindar escenas muy atractivas para el fotógrafo, es otro meteoro que puede dificultar mucho los desplazamientos y la orientación en la montaña. Un desconocimiento del terreno, o de los medios de orientación (plano, altímetro, brújula y GPS) es causa frecuente de extravío en la montaña.

El viento también puede entorpecer notablemente la fotografía en algunas escenas, dificultando la estabilidad de la cámara y dotando de movimiento a elementos que normalmente consideramos estáticos: ramas, hojas y hierbas. En estas condiciones, es importante tener en cuenta los tiempos de exposición. Unos tiempos cortos ayudarán a congelar el movimiento de la vegetación. Unos tiempos largos pueden transformar un problema en una oportunidad creativa.

Un buen fotógrafo de montaña debe ser, ante todo, un buen conocedor de la montaña.

LA LUZ NATURAL

La materia prima para la fotografía es la luz, sin ella la fotografía no podría existir. En la fotografía de montaña, la luz natural suele ser la única fuente de iluminación y condiciona de forma muy importante la fotografía. Tanto la calidad como la cantidad de luz acotan la actividad del fotógrafo en la montaña. Aunque se pueden hacer buenas fotografías a cualquier hora del día, es en esas horas mágicas, la posterior al orto y la anterior al ocaso del sol, donde el paisaje ofrece el mayor dramatismo y se concentra la mayor parte de la actividad fotográfica. Por un lado, la luz de un sol cercano al horizonte realza el relieve del paisaje, por otro, el contraste entre la calidez de la luz incidente y la frialdad de las sombras habitualmente proporcionar un dinamismo cromático muy intenso y sugerente.

EL AISLAMIENTO

El aislamiento dificulta la fotografía en la montaña mucho más, si cabe, que la meteorología. En el caso de los Picos de Europa, a pesar de ser una formación montañosa de reducida extensión y con numerosas poblaciones, lo agreste de su relieve hace que alcanzar los enclaves más aislados requiera ascensiones de varias horas salvando fuertes desniveles, siempre acarreando el material fotográfico.

La ligereza en estas condiciones es fundamental y se hace necesaria una correcta selección del equipo, tanto fotográfico como de montaña, para limitar el peso de la mochila. La capacidad de discriminar lo esencial de lo superfluo es una virtud que se desarrolla con la experiencia. Cargar en la mochila con varios kilos de material mil metros arriba y mil metros abajo para no utilizarlo es la mejor forma de aprender a distinguir lo necesario de lo accesorio. En esta época consumista, de superabundancia de medios materiales, repleta de accesorios tan actractivos como prescindibles, es muy fácil caer en la tentación de llevar material innecesario. Por otro lado, hacer de la necesidad virtud y limitar el material fotográfico con el que se trabaja, en muchas ocasiones sirve de estímulo a la creatividad.

LA PROTECCION Y EL TRANSPORTE DEL MATERIAL

El material fotográfico, en líneas generales, es delicado y en la montaña está expuesto a condiciones ambientales duras: temperaturas extremas, lluvia, humedad, polvo, vibraciones y golpes durante los porteos, por no hablar de las manos sucias del fotógrafo (todo el que haya realizado alguna salida de montaña de varios días sabe a lo que me refiero: esa inefable combinación de sudor, polvo y crema solar). En este contexto, los elementos de transporte y protección del equipo son accesorios importantes en la fotografía de montaña, tanto para proteger el material, como para conservar limpias las superficies ópticas.

En este, como en muchos otros temas, no existe una única solución estandarizada que satisfaga a la mayoría de los fotógrafos ni siquiera que sea aplicable en la mayoría de las situaciones. Poco tienen que ver las necesidades de transporte y protección del equipo cuando se va a fotografiar al pie de la carretera, con las requeridas cuándo se va a realizar una travesía de varios días en autonomía adentrándose en los macizos montañosos. En el primer caso, al no importar el peso ni el volumen, cualquier solución será aceptable mientras proteja el material. Por el contrario, cuando se va a portear el equipo durante días, el material de protección y transporte, además de proteger suficientemente al equipo, debe ser ergonómico, ligero y permitir un acceso cómodo y rápido al material. En salidas de varios días, al menos en mi experiencia, las mochilas específicas para fotografía no son la mejor opción. Pese a que existen buenos modelos que protegen muy bien al equipo fotográfico y presentan un acceso rápido y cómodo al material, sus espalderas y sistemas de suspensión no suelen ser cómodos en porteos largos o con carga importante y, además, la capacidad para acomodar material no fotográfico suele ser limitada.

EL TRIPODE COMO HERRAMIENTA CREATIVA

Dentro del material fotográfico, el trípode merece un tratamiento diferenciado. Con las actuales cámaras dotadas de estabilización de imagen y sensores que ofrecen muy bajo ruido a ISO altos, es fácil sentirse tentado a prescindir del trípode en la fotografía de montaña para reducir el peso total del equipo con la confianza de que no se sacrificará la calidad de las imágenes. Es cierto que, si no se van a realizar tomas nocturnas o con focales largas que requieran una gran estabilidad de la cámara, podría ser cuestionable la necesidad de un trípode. A mi juicio, al menos en la fotografía de montaña, esto es un importante error.

En mi método de trabajo, el trípode es imprescindible. Más que un simple accesorio para la estabilización de la cámara, el trípode es para mi una herramienta esencial en el pensamiento creativo. Permite una fotografía pausada, reflexiva, en la que se puede escoger cuidadosamente el encuadre y los ajustes de la cámara. Permite posicionar la cámara y esperar al momento en el que la luz sea la ideal para entonces, realizar la exposición. Asimismo, es esencial en la fotografía panorámica, ya que permite alinear las diferentes tomas para conseguir un buen solape y una óptima combinación de las imágenes en el ordenador. Por si todo esto no fuera poco, el trípode ¡hasta permite obtener imágenes sin trepidación y con exposiciones largas! Por lo tanto, a pesar de imponer un incremento significativo en el peso del equipo, prescindir del trípode en la fotografía de montaña es una decisión que debe ser meditada con cuidado. Para mí, sus ventajas como herramienta de soporte del pensamiento creativo superan ampliamente los inconvenientes derivados de su peso.

Más que un simple accesorio para la estabilización de la cámara, el trípode es para mi una herramienta esencial en el pensamiento creativo.

LA ELECCION DEL MATERIAL FOTOGRAFICO

Sobre la cantidad de material fotográfico a meter en la mochila hay que ser muy crítico. Al igual que para el material de montaña general, todo aquello que se meta en la mochila siguiendo un razonamiento de “por si acaso” mejor se queda en casa. De nuevo, es muy diferente fotografiar a pie de carretera, donde no importa cuánto material se lleve, a fotografiar en lugares remotos donde todo se lleva a la espalda o colgado de los hombros.

La elección de la cámara y de los objetivos puede influir de forma significativa en el peso final del equipo. Un equipo full-frame suele ser más pesado que un APS-C por dos motivos principales. En primer lugar, el propio cuerpo full-frame suele ser algo más pesado que el APS-C, en segundo lugar, los objetivos al tener que cubrir un área mayor de sensor suelen tener mayor diámetro, lentes más grandes y por lo tanto más peso. En el cuerpo puede que la diferencia no se note mucho, pero cuando llevamos un par de objetivos la diferencia total puede ser relevante.

Otro factor que puede aumentar el peso de forma significativa es la luminosidad de los objetivos empleados. Habitualmente los fabricantes tienen varias gamas de objetivos, los más luminosos (típicamente f/2 o f/2.8) y los menos luminosos (típicamente f/4). Para obtener esa luminosidad extra de f4 a f2.8 las lentes tienen que ser de mayor diámetro, y por lo tanto más pesadas. Esto es muy evidente en los teleobjetivos. Por ejemplo, un teleobjetivo zoom 70-200 f/4 pesa unos 700-800 g, la misma versión f/2.8 pesa unos 1500 g, el doble. En mi experiencia en la fotografía de montaña, a igualdad de calidad óptica, prefiero los objetivos menos luminosos, ya que son más ligeros (y también más baratos) que los más luminosos. Esa luminosidad extra, raras veces la utilizo ya que la mayoría de las tomas de paisaje las realizo con el diafragma cerrado a f/8 o f/11 buscando una gran profundidad de campo y el punto óptimo de nitidez del objetivo.

En salidas de varios días reduzco el material al mínimo imprescindible. Uso una mochila de montañismo de unos 70 litros dentro de la cual llevo accesible un teleobjetivo zoom 70-200 mm en una bolsa acolchada específica para objetivos. En otra pequeña bolsa, accesible en la tapa de la mochila, llevo accesorios como filtros, tarjetas de memoria y baterías. Por último, llevo la cámara con el objetivo de mayor uso, típicamente un zoom estándar 24-105 mm o 35-70 mm, en una funda tipo top-load. Esta funda va sujeta en el pecho con un arnés específico o con unos mosquetones a las correas de la mochila. Esta disposición me resulta cómoda, ya que el peso de la cámara en el pecho equilibra en cierta medida el de la mochila a la espalda; es práctica, ya que la cámara está muy accesible y va en todo momento dentro de una funda y es segura, ya que deja las manos libres para los bastones o para pequeñas trepadas. Por último, el trípode va sujeto con las correas laterales en el exterior de la mochila, su porteo en esta posición es cómodo y lo deja muy accesible. Cuando me veo obligado a utilizar las manos para progresar, guardo la cámara en la mochila para reducir su estorbo en el pecho y aumentar la visibilidad de los pies y la roca.

Mi material habitual para salidas de varios días, o salidas donde la ligereza es crítica, es el siguiente:

    • Cuerpo de cámara réflex o mirrorless.
    • Objetivo zoom estándar, 24-105 mm o 35-70mm.
    • Teleobjetivo zoom 70-200 mm.
    • Tarjetas de memoria, baterías, filtro polarizador.
    • Trípode de carbono ligero.
    • Funda acolchada tipo Top Load
    • Funda acolchada para el teleobjetivo

Este equipo es limitado y puede parecer insuficiente para escenas que requieran el uso de grandes angulares. En ese caso recurro a la técnica de composición panorámica, y ahorro el peso de llevar un objetivo de focal más corta. Este equipo, con un trípode ligero, puede pesar menos de 4 kg y cubre la inmensa mayoría de necesidades que se pueden tener. Si a esto se añaden 2-3 kg de una mochila de montaña, y otros 5-8 kg de ropa, agua y comida, el peso total a llevar sobre la espalda en una salida de varios días puede oscilar entre 11 y 15 kg. Es fácil entender que, salvo que tenga en mente una fotografía concreta que requiera un equipo diferente, otros objetivos o accesorios se quedan en casa. Cada gramo cuenta.

Porteo de material fotográfico
Porteo de material fotográfico. La cámara está accesible y contrapesa la mochila.

En salidas cortas de un día o cuando fotografío cerca del coche el peso no es tan importante y suelo llevar más material, que varía dependiendo de los motivos que planee fotografiar. Además del material ya citado, puedo llevar un objetivo gran angular (focal fija de 14 mm o 21 mm) y en ocasiones especiales un teleobjetivo (de 300 mm) con uno o dos teleconvertidores (1.4x o 2.0x), si los considero necesarios. En estos casos, llevo una mochila fotográfica de unos 60 litros con una bolsa acolchada en su interior donde acomodo todo el material. Al igual que en salidas de varios días, el trípode va sujeto en el exterior de la mochila. En estos casos suelo llevar un trípode más sólido con una rótula sobredimensionada.

Mi material para salidas cortas, o salidas donde puedo llevar más carga, es el siguiente:

    • Cuerpo de réflex o mirrorless.
    • Objetivo zoom estándar, 24-105 mm o 35-70mm.
    • Objetivo gran angular de focal fija 14 mm o 21 mm (opcional).
    • Teleobjetivo zoom 70-200 mm.
    • Teleobjetivo de focal fija 300 mm (opcional).
    • Teleconvertidor 1.4x o 2.0x (opcional).
    • Tarjetas de memoria, baterías, portafiltros y filtros (polarizador, degradado neutro y densidad neutra).
    • Trípode de carbono con rótula sobredimensionada.
    • Mochila fotográfica de 60 litros

Mi equipo fotográfico ligero para salidas de varios días.

El equipo fotográfico ligero en sus fundas.

Mi equipo completo para salidas en las que el peso no es crítico.

El equipo completo en sus fundas.

EL USO DE FILTROS

Mi uso de filtros en fotografía de montaña es limitado. Empleo filtros en menos del 30% de las tomas. En mi bolsa, cuando los llevo, solo se puede encontrar un polarizador, un filtro de densidad neutra y un par de degradados neutros. Uso el polarizador fundamentalmente para reforzar la saturación de colores en la vegetación y en escenas con agua para controlar los reflejos en la superficie. En esta última aplicación, la absorción de luz que ocasiona el polarizador permite aumentar el tiempo de exposición, facilitando efectos de seda en el agua en movimiento.

Por otro lado, no me gusta el efecto oscurecedor que el polarizador tiene sobre el cielo azul, con lo cual evito utilizarlo para escenas generales con cielos despejados, o si lo utilizo, lo hago con una intensidad intermedia. Además, en fotografías que abarquen ángulos grandes, composiciones panorámicas o con objetivos gran angular, a menudo introduce grandes variaciones de tono en la imagen ya que el grado de polarización depende del ángulo entre el motivo, la cámara y la fuente de luz. Estos efectos son, de nuevo, especialmente marcados en los cielos azules. Para mí, el polarizador es un filtro que en fotografía de montaña debe usarse con moderación y solo en las escenas que lo requieran, su uso generalizado puede ocasionar más perjuicio que beneficio.

El segundo tipo de filtros que utilizo son los degradados neutros. Estos filtros tuvieron gran importancia en la fotografía con diapositiva para compensar la limitada gama tonal de las emulsiones (unos 5 puntos). En diapositiva, cualquier escena que superara ese rango dinámico quedaría o subexpuesta en las sombras o sobreexpuesta en las luces. Con un filtro degradado se podía reducir la gama tonal de la mayoría de las escenas a esos 5 puntos. Así, la película quedaba expuesta correctamente tanto en las sombras como en las luces. Con el gran rango dinámico de los sensores modernos (más de 12 puntos) y las prestaciones del moderno software de proceso de imágenes el uso de filtros degradados ya no es imprescindible. No obstante, estos filtros siguen aportando ventajas en algunas situaciones que justifican su uso. Al reducir la luminosidad de las altas luces, los filtros degradados permiten incrementar la exposición y reducir el ruido en las sombras.

Sin embargo, su uso no está exento de inconvenientes en la fotografía de montaña. En primer lugar, está el peso, que no es despreciable. Un kit de filtros degradados de vidrio junto al correspondiente portafiltros pueden pesar unos 700 g, el mismo peso que un objetivo. Por otro lado, para que su uso sea óptimo y no se note, hay que tener en cuenta la distribución de las luces y sombras en el motivo. En aquellos casos en los que haya una separación clara y más o menos rectilínea entre luces y sombras (por ejemplo, el horizonte marino) su uso ofrece buenos resultados. Por el contrario, cuando la separación entre luces y sombras es más compleja (especialmente con objetos en sombra en primer plano frente a un fondo iluminado) pueden producir un oscurecimiento excesivo de las zonas oscuras del primer plano. En estos casos, el resultado estético puede ser malo. Es un tema de gustos personales. En mi caso, la necesidad de utilizar estos filtros con un portafiltros, que añade peso y volumen al material, hace que no suela llevarlos en salidas de varios días.

El último grupo de filtros que utilizo son los de densidad neutra. Estos filtros son de mucha utilidad para fotografías de elementos en movimiento, tales como el agua o las nubes, permitiendo aumentar los tiempos de exposición y conseguir efectos de seda. No los uso más que para esta aplicación concreta. No obstante, en escenas con baja iluminación el filtro polarizador puede ser suficiente para esta aplicación, pues absorbe típicamente el equivalente a dos puntos, permitiendo tiempos de exposición más largos.

OTROS ACCESORIOS

No suelo llevar accesorios adicionales a los ya descritos, más allá de un par de baterías de repuesto y una tarjeta de memoria extra. La razón, de nuevo, es reducir el peso al mínimo imprescindible. A lo largo de los años he ido aprendiendo maneras de prescindir de accesorios que antes consideraba imprescindibles. Por ejemplo, he sustituido el uso del disparador remoto por el temporizador de 2 segundos incorporado en la cámara. Esos 2 segundos son un retardo corto pero suficiente para que se amortigüen las vibraciones en el trípode. También he dejado de llevar los parasoles de los objetivos que aunque no añaden mucho peso son a menudo voluminosos, los he sustituido por mi inseparable sombrero.

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