Recientemente una de las funciones de mi objetivo estándar dejo de funcionar. Se trata de un flamante zoom con los últimos avances técnicos de Canon. Es un objetivo que, sin duda, se maneja muy bien, es cómodo de usar, es polivalente y da una buena calidad de imagen en casi todas las circunstancias. Un todoterreno, vamos. Durante los dos últimos años ha sido mi objetivo de uso más habitual. Al enviarlo a reparación me vi obligado a remplazarlo por otro, si quería seguir haciendo fotografías.
El sustituto natural era mi viejo Carl Zeiss. Un objetivo de los años 80, adquirido de segunda mano, totalmente manual, feo y lento de usar. A lo largo de los años he ido utilizando este objetivo cada vez menos, a pesar de la excelente calidad óptica que ofrece, significativamente mejor que la del Canon. No obstante, este aparente contratiempo acabó convirtiéndose en una oportunidad para plantearme la fotografía de forma diferente, incluso, por qué no, para hacer mejores fotografías. Pero para que las oportunidades se transformen en realidades se requiere ser consciente de su existencia. Esa consciencia vino de la mano de Ben Horne.
Ben es un fotógrafo de paisajes estadounidense singular. Trabaja exclusivamente con cámaras de gran formato y película diapositiva. Su equipo está a años luz de la tecnología actual y presenta muchas limitaciones frente a un equipo moderno. Sin embargo, con una capacidad de visualización e interpretación del paisaje por encima lo corriente, alejado de modas y con un método de trabajo pausado y reflexivo, ha sido capaz de transformar esas limitaciones en ventajas y producir fotografías soberbias. Una de sus jornadas de trabajo puede fructificar en una, dos o tres fotografías. Cuando tras todo un día en la naturaleza haces solo dos o tres fotografías, no puedes permitirte hacerlas a la ligera.
Observar este método de trabajo me hizo pensar sobre cuántas oportunidades perdemos cuando salimos a la naturaleza a hacer fotografías. Cuántas veces habremos pasado de largo por una escena con potencial sin siquiera darnos cuenta. Cuántas veces habremos, incluso, pisado esos motivos delicados y plenos de belleza, todo sencillamente por no verlos. El siguiente pensamiento que tuve estaba relacionado con hasta qué punto el equipo que usamos condiciona esa ceguera. Mi conclusión fue que algunos de los avances tecnológicos en las cámaras actuales contribuyen a reducir las capacidades del fotógrafo: autofoco, estabilización de imagen, fotometría sofisticada, no tienen por qué ser siempre ayudas que redunden en la creación de fotografías más bellas o más emotivas, al menos en fotografía de paisaje. En ocasiones, resulta al contrario, la máquina remplaza al ser humano en la toma de decisiones y dificulta que el fotógrafo se funda con el medio, se meta en la escena y razone las decisiones que toma.
Vivimos en una era fuertemente consumista en la que, desde la infancia y de forma sistemática, somos bombardeados con la idea interesada de que lo último es lo mejor y tenemos que conseguirlo. En fotografía, esto se traduce en una sucesión continua de nuevas cámaras y nuevos objetivos, con más y mejores características y prestaciones. Cuando todos tenemos una cámara, es necesario que se nos convenza de que comprando otra más nueva vamos a ser mejores fotógrafos. Hay que vender.
No cuestiono el progreso técnico, ni mucho menos, pero la mera idea de que una nueva cámara nos va a permitir crear mejores fotografías es absurda. La cámara es la principal herramienta del fotógrafo y, como tal, es indudable que condiciona la calidad de las fotografías que creamos. Pero no solo desde el punto de vista técnico, también desde el creativo. Mientras que el avance tecnológico normalmente mejora la calidad técnica de una fotografía, no está claro que produzca los mismos efectos en los aspectos creativos o artísticos. En ocasiones ocurre al contrario, la creatividad del fotógrafo puede verse negativamente afectada por la técnica.
Con estos pensamientos en la mente, me levanté un domingo antes de amanecer y decidí acercarme al río Cares con el propósito de pasar unas horas imbuido en el paisaje en una pequeña sección del río de no más de 30 metros. En la mochila, mi trípode, el cuerpo de mi cámara digital, dos objetivos de enfoque manual y un filtro polarizador. Disfruté de la fotografía como hacía tiempo que no lo hacía. Al final, de eso se trata ¿no?
The single most important component of a camera is the twelve inches behind it.
Ansel Adams.
Lo importante no es el arco, es el indio 😂.
¿Qué dirían aquellos ilustradores gráficos, que con sus lápices ponían las imágenes en los diarios de finales del XIX, ante la llegada de la fotografía? La tecnología… cuando de ayudarnos pasa a devorarnos.