La dimensión de la inmensidad

Un tiempo de perros nos había echado de nuestro vivac en Vega Huerta. El orbayu que a las 5 de la mañana nos mojaba la cara mientras dormitábamos en el saco, se transformó en lluvia fina a las 5:30 y en una intensa lluvia con viento fuerte a las 6.  Y eso que la predicción meteorológica había anticipado tiempo seco. El viejo refugio de la vega resultó providencial para evitar quedar calados hasta los huesos. Es lo que tiene dormir en el hotel de las 3000 estrellas. Después de esperar en balde 5 horas a que el temporal amainase, decidimos bajar hacia Sajambre. El tiempo continuó húmedo y ventoso hasta que enfilamos la Canal del Perro.

De repente, cuando atravesábamos el pedrero a los pies de los Moledizos, la cortina de nubes se abrió sin previo aviso, mostrando uno de esos efímeros e inolvidables paisajes que la montaña en ocasiones nos regala. A la derecha, las paredes meridionales de los Altos del Verde quedaron totalmente visibles y unos rayos de sol iluminaron los pedreros a sus pies. La mayoría del resto de la escena permanecía oculta tras una maraña de nubes bajas que solo dejaba ver la parte alta del valle del Dobra. A la izquierda de la escena, entre jirones de vapor, el refugio de El Frade daba una nota de la dimensión de la escena. El edificio, de dimensiones suficientes para albergar a 16 personas, se mostraba diminuto ante la inmensidad del paisaje. Saqué la cámara y realicé una panorámica de cuatro exposiciones sin trípode. Dada la fugacidad del momento, no quise arriesgarme a perder la escena montando el trípode.

Más abajo, una vez abandonado el duro reino de la caliza, extenderíamos nuestra ropa mojada sobre la suave hierba de El Frade. Los aun potentes rayos del sol la secarían mientras disfrutábamos de un bocado contemplando los infinitos bosques de Sajambre y Valdeón.

Datos técnicos: Canon EOS R, RF 24-105 f4 L, panorámica de 4 imágenes verticales.

Galería Montañas en Blanco y Negro.