La luz, la fuente energética del bosque. En el corazón del hayedo, donde habitan los ejemplares más desarrollados, sus enormes doseles acaparan la luz. Son glotones insaciables que necesitan la luz para fabricar los azucares esenciales para la supervivencia de sus inmensos cuerpos. No es broma, es la lucha por la supervivencia. Lentamente, creciendo unos centímetros cada año, de forma casi imperceptible, los árboles se estiran para tocar con sus hojas esos escasos rayos de sol tan necesarios. La competencia es feroz; sin luz, la vida en el bosque se apagaría.
Este ejemplar de haya, colgado en el borde de una fuerte ladera, desarrolló sus ramas inferiores en horizontal, creciendo hacia una zona libre de competencia. Creciendo hacia la luz.
Datos técnicos: Canon EOS R, RF 14-35 f4 L, polarizador.
Galería Bosques y Arroyos de Montaña.